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Esperanza para los que han sido Traicionados: Una historia personal




(Nombre omitido)

Me parece que la mayoría de las veces la persona adicta (que busca recuperarse) encuentra muchos recursos que le ayudan en su camino. Probablemente contará con la ayuda de grupos de apoyo, líderes religiosos y patrocinadores, por nombrar sólo algunos. Pero ¿qué pasa con su esposa, que ha sido llamada para llevar la carga junto a su marido?

 

 

Ocho meses después de casarnos, mi esposo experimentó una recaída. Me había dejado tan cautivada por la dicha del matrimonio que esto me tomó por sorpresa. Recuerdo haber llorado durante lo que parecieron días interminables. Estaba muy deprimida y me preguntaba si nuestro matrimonio de sólo unos meses estaba condenado al fracaso. Preguntas como "¿Soy una buena esposa?" y “¿Qué podría haber hecho para evitar esto?” consumió mi mente. Estaba confundida mientras luchaba con las respuestas, creyendo hasta cierto punto que la recaída de mi marido era culpa mía. Al cabo de unos días asumí el papel de protector o policía e intenté implementar una variedad de “reglas” nuevas para evitar otra recaída de mi esposo. Algunas eran más realistas y razonables que otras. Me pregunté: "¿Cuál sería un buen límite a establecer?" No tenía respuestas y me sentía completamente sola, temerosa y enojada.

 

A medida que pasó el tiempo, me di cuenta de que necesitaba cambiar, no podía seguir vigilando a mi marido. Él tenía que aprender de su propia experiencia. Intenté cada día darle más libertad y ser menos controladora. A veces, luchaba conmigo mismo, mordiéndome la lengua para evitar hacer preguntas interrogativas. Creo que es importante señalar que mi motivo era puro porque realmente amaba a mi esposo y quería ayudarlo lo más que pudiera.

 

Ahora que recuerdo nuestras experiencias, todavía tengo tendencia a vigilar. Sin embargo, he mejorado mucho y estoy aprendiendo a confiar en mi marido nuevamente. Sé que es un buen hombre que necesitaba superar su adicción a la pornografía. Todos tenemos adicciones, ¿quién soy yo para juzgar? En última instancia, esta experiencia me ha enseñado lo fuerte que soy como persona y que se necesita tiempo para sanar, sea cual sea la herida. Sobre todo, estoy agradecido por la constante guía y ayuda que Jesucristo me ha brindado. Me ha ayudado a comprender mejor nuestra situación y a actuar con empatía en lugar de miedo y dolor. Cristo verdaderamente es mi Redentor y Salvador. Él me salva todos los días de innumerables maneras diferentes.

 

Espero que otras esposas puedan encontrar consuelo al leer esto y tal vez identificarse con mi experiencia. Recuerde, todo es posible para quienes ponen su confianza en Dios.

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