Nuestra sociedad ha estado influenciada durante mucho tiempo por ciertas expectativas sobre cómo deben comportarse hombres y mujeres. Estas normas sociales, conocidas como esquemas de género, desempeñan un papel importante en la configuración de nuestras percepciones de nosotros mismos y de los demás y, en última instancia, influyen en nuestra comprensión del mundo social que habitamos (Lamke y Bem, 1993). Sin embargo, ha surgido un cómplice inesperado en el desarrollo de estos esquemas: la pornografía. Dada su fácil accesibilidad y prevalencia, la pornografía se ha convertido en una fuente primaria de educación sexual para muchos, especialmente los jóvenes (Maas & Dewey, 2018). Pero ¿cuáles son las consecuencias de esta improbable asociación entre esquemas de género y pornografía?
Imagínese, una persona joven, bombardeada por estereotipos de género generalizados y expuesta a pornografía agresiva y cosificadora, comienza a formarse puntos de vista distorsionados sobre las relaciones y la sexualidad. La representación repetitiva de la violencia sexual y la cosificación de las mujeres en la pornografía convencional puede llevarlos a creer que tales comportamientos no sólo son normales sino también aceptables. En consecuencia, adoptan actitudes nocivas hacia las mujeres, tratándolas únicamente como objetos sexuales sin tener en cuenta su autonomía y bienestar. Esta percepción preocupante es un resultado directo de la influencia de los esquemas de género y la pornografía, lo que destaca la necesidad de fomentar el pensamiento crítico y la alfabetización mediática para fomentar perspectivas más saludables sobre la sexualidad y las relaciones.
Investigaciones han indicado que la exposición a contenidos sexualmente explícitos en línea está estrechamente relacionada con la creencia de que las mujeres son meros objetos de gratificación sexual, independientemente del género (Peter y Valkenburg, 2007). De hecho, un estudio descubrió que los niños que estuvieron expuestos a material explícito a una edad temprana tenían más probabilidades de tener opiniones muy exageradas y tóxicas sobre la sexualidad tradicional, lo que refuerza la creencia de que los hombres deben ser agresivos y dominantes durante los encuentros sexuales, lo que incluso lleva a acoso sexual más adelante en la vida. De manera similar, las niñas expuestas a contenido explícito desde el principio tendían a adoptar roles sumisos con un enfoque en la sensualidad en sus comportamientos sexuales (Brown y L'Engle, 2009). Además, un estudio experimental (Hald et al., 2013) reveló que el aumento del consumo de pornografía entre las mujeres estaba relacionado con el respaldo de creencias relacionadas con la vulnerabilidad emocional masculina y la incapacidad de autogobernarse. Se expande hasta creer que los hombres deben ser nutridos incluso hasta el punto de mimar un comportamiento irrespetuoso. Por el contrario, los hombres que consumían más pornografía mostraban actitudes negativas hacia las mujeres y demostraban una menor creencia en la igualdad de género. Estos hallazgos proporcionan evidencia clara de cómo la exposición a contenido explícito puede influir en nuestras percepciones y comportamientos hacia los demás, particularmente en términos de género, socavando en última instancia el valor de hombres y mujeres como individuos.
Tras un examen más detenido, los investigadores han descubierto un fenómeno alarmante entre los consumidores de pornografía, tanto masculinos como femeninos: una mayor tendencia a respaldar el concepto de que las mujeres emplean una resistencia simbólica (Peter y Valkenburg, 2011). Esta inquietante noción sugiere que cuando las niñas rechazan las insinuaciones sexuales, en realidad están insinuando su consentimiento o, peor aún, que muchas mujeres desean ser explotadas pero no son conscientes de ello.
En última instancia, no se puede subestimar la influencia de los esquemas de género y la pornografía en las creencias y actitudes de los individuos. La exposición repetitiva a contenido explícito puede perpetuar estereotipos dañinos y generar opiniones distorsionadas sobre las relaciones, la sexualidad y los roles de género. Es imperativo reconocer el impacto negativo potencial de estas influencias y priorizar la promoción del pensamiento crítico y la alfabetización mediática. Al fomentar perspectivas más saludables sobre la sexualidad y las relaciones, podemos trabajar para desmantelar creencias y actitudes dañinas, creando una sociedad más equitativa y respetuosa para todos.
Referencias:
Adolescents and adults. Cyberpsychology, Behavior, and Social Networking, 14(9), 511–517.
https://doi.org/10.1089/cyber.2010.0189
Brown, J. D., & L’Engle, K. L. (2009). X-rated. Communication Research, 36(1), 129–151.
https://doi.org/10.1177/0093650208326465
Hald, G. M., Malamuth, N. N., & Lange, T. (2013). Pornography and sexist attitudes among
heterosexuals. Journal of Communication, 63(4), 638–660.
https://doi.org/10.1111/jcom.12037
Lamke, L., & Bem, S. L. (1993). The lenses of gender: Transforming the debate on sexual
inequality. Journal of Marriage and the Family, 55(4), 1052. https://doi.org/10.2307/352790
Maas, M. K., & Dewey, S. (2018). Internet pornography use among collegiate women:
Gender attitudes, body monitoring, and sexual behavior. SAGE Open, 8(2),
215824401878664. https://doi.org/10.1177/2158244018786640
NCOSE, B. (2023, February 9). What do we know about pornography use among women?.
pornography-use-among-women/
Peter, J., & Valkenburg, P. M. (2007). Adolescents’ exposure to a sexualized media
environment and their notions of women as sex objects. Sex Roles, 56(5–6), 381–395.
https://doi.org/10.1007/s11199-006-9176-y
Peter, J., & Valkenburg, P. M. (2011). The influence of sexually explicit internet material and
peers on stereotypical beliefs about women’s sexual roles: Similarities and differences
between
Comments